A veces se caen unas gotas de yogurt. O las pechugas crudas derraman un poco jugo. Y esos restos quedan ahí, en la heladera, por varios días sin darnos cuenta. Es uno de los electrodomésticos imprescindibles en el hogar. La confianza que nos genera tener nuestros alimentos conservados frescos en su interior también hace de este artefacto un lugar que no siempre recibe la atención que merece en cuanto a limpieza o eliminación de productos que en él se guardan. El resultado puede ser la proliferación de microorganismos e incluso de bacterias nocivas.
La doctora en Bioquímica Virginia Albarracín, del Centro Integral de Microscopía Electrónica (Cime-UNT-Conicet), explica que la heladera, como cualquier lugar de la casa, si se maneja de forma muy descuidada podría eventualmente convertirse en un sitio riesgoso.
“Microorganismos hay en todos lados, en el aire, en nuestra piel. La mayoría de los alimentos sí los tienen; lo que no deben tener son los patógenos, aquellos que pueden producir diarrea u otras enfermedades más graves. Entonces, es imposible que uno ponga alimentos en la heladera sin microorganismos. Lo que debería suceder es que a las bajas temperaturas el microorganismo no crezca”, explica.
Resistentes
Albarracín aclara que hay microorganismos llamados psicrófilos que son capaces de crecer a temperaturas bajas. En ese sentido, señaló que los hongos son los principales contaminantes que puede haber en una heladera. “Los hongos tienen esporas que, una que vez que caen sobre el alimento, lo degradan. A partir de ahí crecen y se reproducen incluso dentro de la heladera”, especifica.
“Los alimentos, si se mantienen después de mucho tiempo, van a desarrollar microorganismos porque se contaminaron en algún momento cuando los abrimos afuera”, apunta.
Entonces, según la especialista, es bueno limpiar la heladera. Pero más que eso, hay que estar atentos a cómo guardamos los alimentos y el tiempo que los conservamos después de que los hemos abierto en el exterior. Los alimentos se pueden contaminar fácilmente antes de ir a parar al refrigerador. Incluso al momento de manipularlos antes de guardarlos. Por ejemplo, con las manos sucias. “Por eso, los alimentos que olvidamos en la heladera pueden ser un riesgo. Hay que evitar que se acumulen productos sin ser consumidos”, señala. Lo mejor para esto es seguir la regla: lo que primero entra es lo primero que se consume.
Higiene
¿Cada cuánto tiempo limpiar la heladera? La doctora en Bioquímica Elvira María Hebert, investigadora del Centro de Referencia para Lactobacilos Cerela-Conicet, aconseja hacerlo, por lo menos, cuatro veces al año. “Es un lugar que debe estar limpio”, remarca. Lo ideal, según detalla, es sacar las parte que son desmontables, higienizar a fondo con lavandina y volver a armarla. Eso evitará que los miles de microorganismos que ya se encuentran en la heladera se desarrollen.
Otro punto importante: hay que higienizar bien cuando ocurren derrames, como por ejemplo de jugos carnes o de lácteos. Además, no hay que permitir que se acumule materia orgánica en las distintas partes del artefacto.
“Estas medidas permiten evitar las patologías conocidas como ETA (Enfermedades Transmitidas por Alimentos), que son un gran problema de salud en el país y en el mundo.
La conservación de los alimentos es clave para la prevención porque hay bacterias que sí se pueden desarrollar a bajas temperaturas, remarcó. En ese sentido, dijo que lo más importante es evitar la contaminación cruzada; esto ocurre cuando los alimentos crudos se mezclan con aquellos que están cocinados o listos para consumir.
“Lo ideal es que las carnes se guarden en envases cerrados y separados del resto de los comestibles crudos listos para usar, como por ejemplo las ensaladas, o que hayan quedado cocinados del día anterior. Las carnes de vaca, de pescado y de pollo o el jugo de estas pueden estar contaminados con bacterias que pueden dar lugar a infecciones peligrosas para la salud”, remarcó.
Hebert destaca que la mayoría de estas bacterias patógenas que pueden causarnos enfermedades se mueren al alcanzar los 70 grados de temperatura. “Entonces, es muy importante que cuando se sacan los alimentos de la heladera se cocinen completamente. Hay que prestar especial atención a los pollos y carnes rojas, que pueden causar el síndrome urémico hemolítico, enfermedad que puede ser grave y que es causada por la bacteria escherichia coli”, indicó la investigadora.
Agregó que también es importante no dejar comida fuera de la heladera, sobre todo ahora que empieza el calor: “si a cuatro grados de temperatura había en un alimento 10 bacterias, a temperatura ambiente al cabo de una hora se duplican; es muy peligroso”.
Dos familias distintas
En la heladera pueden convivir dos familias de bacterias completamente diferentes: bacterias patogénicas, la clase que causa enfermedad de intoxicación por alimentos, y las bacterias estropeantes, que causan que los alimentos se deterioren y desarrollen olores, sabores y texturas desagradables.
Las más frecuentes son las no patogénicas. Las otras bacterias no suelen arruinar nuestros comestibles, por lo que no nos damos cuenta de su presencia, lo que las convierte en algo más riesgoso porque no las vemos y pueden dañar nuestra salud. Se trata de las bacterias salmonella, campolybacter y listeria monocytogenes, que pueden crecer a temperaturas de refrigeración. Otros posibles patogénicos son staphylococcus aureus, y la temida escherichia coli.
En conclusión: la heladera no siempre es la salvación para que la comida no corra riesgo. No hay que confiarse porque la higiene de los espacios donde se conservan los alimentos es tan importante como la cadena de frío, concluyen las expertas.